Todos los seres humanos poseemos un campo electromagnético natural, generado por las ondas cerebrales (resultado de la actividad eléctrica en el cerebro), junto al magnetismo producido por los latidos de nuestro corazón.
Este campo electromagnético está relacionado directamente con nuestra vitalidad, con nuestro bienestar.
Se fortalece y amplifica cuando nos permitimos alinear nuestros pensamientos y nuestras emociones. También, se ha logrado probar que este campo varía de intensidad durante el día, es como si fluctúra en función de cómo nos sentimos e interpretamos la realidad.
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Por otro lado, las orgonitas también poseen un campo electromagnético generado por los pulsos eléctricos que producen los cristales de cuarzo cuando se encuentran bajo presión. Esto, se debe a las propiedades piezoeléctricas de los cristales de cuarzo.
La gran diferencia entre el campo de la orgonitas y el nuestro campo electromagnético es la estabilidad que presenta el campo de la orgonita (no fluctúa) con relación al nuestro. Obviamente esto es debido a que los cristales de cuarzo no poseen pensamientos ni emociones, por lo tanto no existe manera de sabotear la energía que se produce.
Cuando colocamos una pieza de orgonita cerca de nosotros (tan cerca como para entrar en contacto con nuestro propio campo de energía), se produce una fusión parcial entre ambos campos.
Ocurriendo una especie de balance frecuencias.
En otras palabras, ayuda a estabilizar nuestro propio campo electromagnético.
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